Las inyecciones de bótox bloquean determinadas señales químicas de los nervios, principalmente las señales que hacen que los músculos se contraigan. El uso más frecuente de estas inyecciones es relajar temporariamente los músculos faciales que causan arrugas en la frente y alrededor de los ojos. El tratamiento con Botox suele ir dirigido a pacientes de migraña crónica que ya ha probado, como mínimo, dos o tres tratamientos preventivos y que estos no hayan funcionado. Es muy importante que este tratamiento sea aplicado por un especialista conocedor de la anatomía facial, ya que un pinchazo con botox en el lugar equivocado puede generar una expresión no deseada.
Para controlar este problema, que provoca un parpadeo continuo e incontrolable, se administra el botox mediante inyecciones en los músculos que se contraen. Los hay que ya sienten alivio tras la primera infiltración con botox y otros requieren varias sesiones para alcanzar el efecto deseado. Las inyecciones de botox funcionan debilitando y paralizando determinados músculos o bloqueando algunos nervios. El botox consigue corregir el problema de forma mucho menos invasiva que la cirugía, aunque no se pueda utilizar en todos los casos.
En muchos casos, el estrabismo desaparece de forma duradera y en otros se requiere una nueva aplicación de botox. La toxina botulínica, más conocida como botox (la marca del primer medicamento de este tipo que se comercializó), es en realidad la toxina que produce el botulismo.